martes, junio 18, 2013

¡No me hablen!

¿Por qué la gente me hablará en la calle? No es que viva en la enajenación social como la mayoría de los chilangos y que por eso evite la interacción social por sobre todas las cosas, no. En realidad, me molesta que los desconocidos me hablen por dos cosas principalmente: 1. Tengo nulas habilidades de interacción social, cuando alguien comienza una conversación sobre lo que sea, nunca sé qué responder y termino sonriendo y asintiendo a todo. 2. Odio a la gente. Y aún así, con mi cara repelente que debería funcionar como escudo de invisibilidad, la gente se siente con la confianza de hablarme por la calle, así nada más. La última ocasión fue esta mañana que abordé el metrobús y cosa extraña, iba casi vacío. Así que tomándome el tiempo para elegir asiento, me acomodé en un asiento aislado de los demás y saqué mi estuche de maquillae (he roto muchos traumas, digo, paradigmas con eso de maquillarse en el transporte público, snif) y apenas comenzaba con el laminado y pintura cuando en una de las estaciones antes de mi destino, se subió un hombre de más de setenta años y se sentó a mi lado. ¿¡Por qué?! ¿Por qué habiendo todavía un montón de asientos vacíos se sienta junto a mi? Bueno, siéntate, pero no me hables. Mi pensamiento fue como si hubiera sido una invitación directa y tácita para comenzar una conversación. ¿Le gana al metrobús o él le gana? Como mi cara de franca estupidez fue muy evidente que no entendí absolutamente nada, así que arremetió: El maquillaje, termina antes de maquillarse o llega primero a su estación. Sonreí tímidamente y le aclaré que sí, que la competencia diaria entre el maquillaje más rápido del oeste y el metrobús casi siempre me tenía a mi por ganadora. Y seguí en lo mío. O intenté, porque sin darse por vencido, el hombre comenzó una perorata sobre su nulo entendimiento del maquillaje y el nivel de detalle que requiere y de ahí sus ideas derivaron en la habilidad de las mujeres para realizar varias tareas en simultánea, muy por el contrario a los hombres, que únicamente son capaces de realizar una actividad a la vez. Y así hubiera seguido (vi claramente sus intenciones) de no haber sido porque la estación final estaba muy cerca, después de mis asentimientos, sólo abrí la boca para decir buen dia, "compermiso" y me escabullí entre la gente. Pero moverme entre tumultos nunca ha sido mi fuerte, así que de repente, ya tenía de nuevo a mi lado al hombre setentón. Mire, nos volvemos a encontrar ¿Ahora para donde va? ¡Maldita sea! Sonreí otra vez y contesté voy... para... (tratando de ubicar una vía libre de gente) ¡Allá! (la encontré) ¡Adiós! y ágilmente me fui por mi vía libre y brinqué a un camión en movimiento (no es broma, debería describir cómo funcionan las cosas en Tacubaya y otro montón de estaciones más) Di un resoplido por el esfuerzo y agradecí que al entregar mi momenda de $10 acompañada por un buenos días no recibiera más respuesta una moneda de a peso casi aventada a las manos.

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