domingo, junio 16, 2013

La clase de yoga

Cuando se comienza a hacer ejercicio después de no sé cuántos años de no hacerlo, las expectativas en realidad no son muchas: si no se muere de un infarto en medio del gimnasio, ya se puede decir que se está de gane. A mí, francamente, más que el infarto, lo que me preocupaba era dejarle la amarga tarea de levantar mi rechoncho cuerpo a los demás ejercitadores porque muy vigoréxicos serán ¿pero qué culpa tienen de andar haciendo pesas sin quererlo? Hace unos días fui a mi primera clase de yoga. Yo pensaba que eso era relajante, que uno iba a olvidarse del mundo, a hacer meditación cantando oms con una pierna cruzada atrás de la cabeza sin ningún esfuerzo. Pero no, resulta que implica no sólo esfuerzo sino también disciplina. Según me cuentan las personas que saben de esto, esfuerzo y disciplina son dos atributos que bien llevados, conducen al éxito (sea lo que sea que eso quiera decir) El calentamiento no resultó nada difícil: movimientos circulares de un tobillo, luego el otro, giro de cadera, de cabeza, movimientos de hombros. Esto pinta bien, pensé, ya domino el yoga. Luego empezamos con las posturas. Como era la única nueva en el grupo, la maestra no se tomaba la molestia de explicar el paso a paso de cada postura. Mi sonrisa entusiasta se desdibujó por completo cuando la mujer comenzó a nombrar palabras solemnemente para inmediatamente adoptar posturas por demás extrañas y complicadas: puente, montaña, ocho puntos en piso, cobra, guerrero y así se iban sucediendo las palabras acompañadas de posturas cada una más difícil que la anterior. Yo intentaba seguir al grupo que ágilmente adoptaba las posturas que indicaba la maestra, pero el resultado en mi caso siempre era desastroso. ¡Chale! ¿Qué a estos yoguis no les duelen las rodillas? ¿También practican la meditación zen o algo así? Pensaba mientras trataba de soportar la tortura que significaba el estar hincada por más de 3 horas... o 5 minutos, da lo mismo, era igualmente doloroso. ¿Pero? ¿Esta otra postura? ¿Qué acaso tomarse el dedo gordo del pie y estirar la pierna no es físicamente imposible a menos que tengas seis meses de edad? Aparentemente no. Yo sudaba tratando de seguir a la maestra, pero mi mayor esfuerzo en realidad radicaba en tratar de pasar desapercibida cuando azotaba como res sobre la duela cada vez que perdía el equilibrio. Mi cara estirada con los ojos desorbitados, los dientes apretados y los brazos temblorosos cuando se apoyaban sobre el piso sosteniendo parte de mi peso, debieron ser un espectáculo irrisorio. Al final llegó el momento de relajación ¿De verdad? ¿Parte del ejercicio es tenderse en el piso, cerrar los ojos y relajar los músculos al ritmo de mandalas musicalizados? Si, yo sé: el yoga no se trata de mero ejercicio, sino de una disciplina tanto física como mental, pero yo no sé si mi mente dañada tiene arreglo y mi cuerpo atrofiado podrá recuperar la lozanía, flexibilidad y ligereza que alguna vez tuvo (de verdad, cuando tenía 4 años de edad fui lozana, flexible y ligera) En fin, fui a la primer clase y tratando de adoptar esa cualidad que dicen que es la disciplina, estoy determinada a ir a la segunda clase. Y ya veremos después cuántas más. Un paso a la vez, dicen. Además, supongo que conforme pase el tiempo el riesgo de infarto irá disminuyendo ¿cierto?

No hay comentarios.: