viernes, octubre 14, 2011

¡Vivan los Panamericanos! ¿O no? ¡No!

Tengo sentimientos encontrados respecto a esta justa deportiva. Hay tantas situaciones ambivalentes alrededor de los juegos que no puedo evitar tener una mezcla de entusiasmo cuasidesbordante con amarga indignación. Desilusionada me hallo, vaya.
Todo comenzó hace más o menos cuatro años, cuando “compraron” (lo digo entre comillas porque la palabra debería ser: desalojaron o amedrentaron o amenazaron o desprestigiaron o enemistaron a los vecinos, etc) las casas del Parque Morelos. ¿Y qué pasó? Ya que habían conseguido los terrenos, los dejaron abandonados que porque siempre no.
Ahora la Villa Panamericana (después de que el gobierno del estado destinó recursos públicos de partidas originalmente otorgadas para pago de jubilaciones y vivienda popular) se encuentra en un terreno pegadito a La Primavera. Y por esta cercanía, son varios los expertos en el tema quienes aseguran que con la construcción de la Villa se comprometían mantos acuíferos y no era una propuesta viable porque además amenazaba la flora y fauna del lugar.
He leído un sinnúmero de notas acerca de los reclamos y dimes y diretes entre políticos, (ese grupo de gentecita que busca ganar favores para quedarse el mejor hueso y repartirse el botín más grande) aventándose la bolita cuando son cuestionados por algo, o levantándose el cuello cuando en lugar de reclamo reciben alguna felicitación (no deben desaprovechar esa extrañísima ocasión).
He leído y escuchado de cifras groseras de lo que se gasta, de lo que (no) se transparenta, de lo que se esconde. Tanto dinero mal aprovechado.
Obras construidas al vapor, nomás pa’ que se vea bonito. Casas pintadas de blanco. Casas pintadas de blanco que no cuentan con alumbrado público o drenaje o servicios sanitarios, pero para los que lleguen al aeropuerto y entran a la ciudad de Guadalajara serán un montón de casitas pintorescas como si de un apacible pueblito se tratara.
Quisiera sentir pura emoción, orgullo, entusiasmo. Quisiera haber participado activamente, quisiera haber comprado boletos para asistir a un montón de eventos. Pero me parecía hipócrita porque es indignante, desmoralizante, que meses antes de los Juegos se haga una “limpieza social” en las calles de la ciudad para retirar homosexuales, trabajadores sexuales, vendedores ambulantes, personas en situación de calle, invidentes.
¡Hipócritas! Toda esta gente pidió ayuda y todo este tiempo se la negaron, pudieron aprovechar la ocasión para de veras hacer algo, para escucharlos, para ayudarlos, pero el gobierno prefirió esconderlos a todos.
Creo que la situación que más me da tristeza es la de los indígenas Wixarikas. Alzaron la voz, le pidieron al gobierno que los tomara en cuenta, que era un foro sensacional para mostrar su cultura, sus artesanías, su pueblo. ¿Y el gobierno que hizo? No sólo no los oyó, sino que tomó uno de sus símbolos más sagrados y lo mutiló convirtiéndolo en Huichi, una de las mascotas oficiales (marca registrada, prohibida su reproducción, etc, etc…) que en su frente lleva otro símbolo: El ojo de Dios.
¡Hipócritas! Los retiraron de las calles, no les dieron el foro pero sí, en cambio, les robaron una de sus más preciadas deidades y la ridiculizaron caricaturizándola en un simpático y pestañudo venadito.
Comenzó a circular la imagen de una igualmente caricaturizada virgencita de Zapopan, como si fuera una mascota más, la bautizaron con el nombre de Zapopis. ¡Zapopis! ¿Qué hubieran dicho entonces los más fervorosos creyentes? ¡Ya me imagino al Cavernal! ¡Jesús nos libre! ¿Por qué son menos los indígenas Wixarikas que reclaman lo que les pertenece por derecho?
A ratos me llega el entusiasmo, ¡Quisiera ver la inauguración de los juegos! ¡Ver los eventos más relevantes, reconocer y emocionarme con nuestros atletas! Y es que, yo no estoy en contra de los Juegos, porque la justa deportiva es promotora de valores sumamente positivos, ¿Y qué me dicen de conocer gente de otros países? ¿De la convivencia? ¿Del sentimiento festivo? ¿Los colores, la música, la diversión? Los Juegos promueven a Guadalajara en el exterior de muchas maneras, la derrama económica será importante y existirán un montón de bondades mas que seguramente ahora mi enojo no me deja ver.
Insisto: Yo no estoy en contra de los Juegos Panamericanos. Estoy en contra de los que aprovechan la ocasión para llenarse hasta el cansancio los bolsillos, como cerdos trogloditas a los que no les importa nada más. Cerdos trogloditas y ciegos, para quienes no existe nadie más que ellos. Cerdos trogloditas ciegos e hipócritas, que quieren mostrar al mundo una ciudad que sólo existe en los delirios de su mente loca (Manuel Acuña dixit).
Me encantaría sumarme a la parte de los que están felices con que seamos los anfitriones orgullosos de esta edición de los Juegos Panamericanos, pero desafortunadamente formo parte del grupo de los inconformes. Que pocos, tampoco somos.

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