lunes, mayo 28, 2012

De chelas en solitario y buen jazz de fondo

Recuerdo la primera vez que me decidí a entrar sola a un bar, contra todo lo que me habían enseñado y lo que había aprendido, decidí romper mis propios paradigmas y lo hice. Un sábado caluroso cualquiera paseando en Los Sapos y sintiendo una enorme satisfacción, una sensación de logro en cada trago que daba a esa cerveza helada. Y tampoco es que lo haga todo el tiempo porque siempre he creído que una buena bebida se disfruta mejor con buena compañía, pero decidí no limitarme a hacer cosas que quiero hacer por no tener a alguien que quiera acompañarme. Hoy, varios años después de esa primera ocasión y varias visitas en solitario a diferentes sitios que ofrecen bebidas espirituosas, estoy nuevamente sola en este bar motivada por la expectativa que me causa escuchar algo de buen jazz. Nadie pudo-quiso acompañarme y simplemente pensé que quería una cerveza y escuchar buena música. El concierto todavía no empieza, el lugar está semivacío y al parecer los únicos parroquianos son los cuates de los músicos. Pregunto cuánto falta para que empiece y es uno de los músicos el que se acerca para decirme que al baterista se le olvidó algo, que ya no tardan. Le sonrío tímidamente y se da la vuelta para seguir afinando su saxofón con ayuda del guitarrista. Hay algo que todavía no me he atrevido a hacer y es comenzar una conversación con gente que no conozco, me gustaría ser capaz de acercarme, saludar y conocer gente nueva, así nada más, embeberme en otras ideas, puntos de vista, reír un rato con desconocidos. No se por qué me fue más fácil beber sola en lugares públicos que interactuar con gente en lugares públicos. Será que tengo más experiencia en lo primero.

No hay comentarios.: