lunes, octubre 07, 2013

Nostalgia

De repente hay días en que me da por ponerme nostálgica y me pongo a pensar en antes, cómo era todo antes. Y no es que ahora las cosas vayan mal, al contrario, podría decirse que en muchos sentidos van mucho mejor de lo que hubiera pensado, pero así es la mente, tristemente a veces le da por esos arranques de ¿te imaginas que hubiera pasado si? y entonces empieza a divagar solita sin freno que la pueda detener. Me pongo a pensar en la ciudad en la que vivía, en la gente que dejé atrás, en las relaciones que no siguieron, en los lugares comunes, los sitios que recorría de forma cotidiana sin prestarles mucha atención y que ahora siento que me hacen falta. Ahora, en este justo momento, en un rato seguramente no será así. Pero es que así es la nostalgia, llega como un rato de añoranza que se desvanece un rato después. Y me empiezan a asaltar recuerdos, tantos que se van amontonando unos contra otros y se van confundiendo entre sí, las fiestas se empiezan a mezclar con otras reuniones, gente distinta a la que probablemente realmente asistió a una ida al cine. La vez que fuimos a Chapala, tantas veces que fuimos a Chapala ¿quiénes iban ese día? Cuando nos hicimos la pinta de la escuela ¡Fueron tantas! Y las veces que nos quedamos encerradas en una casa emborrachándonos hasta terminar como bultos, ese café en que confesé la decisión de la separación, ese otro en que nos dimos cuenta que no había marcha atrás. La vez que mudé de casa ¿cuál de todas? si pareciera que soy gitana con tantas mudanzas. Ese día que celebramos mi cumpleaños en el karaoke. Las visitas al karaoke son tan cotidianas para mi. Las salidas nocturnas, los eternos paseos en bicicleta. Cuando viví con mi amigo Ernesto ¿se acordará de mi? Qué bien la pasábamos desvelándonos cada noche, chismeando, artisteando. La despedida de soltera en Playa del Carmen... ¿por qué no me porté mal esos días? ¡Quería tanto hacer tonterías! Y así me sigo, saltando de un momento a otro, recapitulando sin orden cronológico, muchas cosas se revuelven y quisiera recordar con más precisión. Antes, como ritual de inicio de cada año compraba una agenda, no para programar mis actividades sino para registrar lo que hacía a lo largo del año, era mi manera más fiel, íntima y personal de recordar cada cosa. Pero casi siempre se me olvidaba registrar cosas o utilizaba código que no era capaz de recordar. Es frustrante no recordar los propios jeroglíficos. Y me acuerdo de todas las veces que caminé por Chapultepec imaginando que un día viviría entre esas calles. Y ahora me doy cuenta que ya no será, que muy probablemente eso no sucederá porque las decisiones que he tomado me han llevado por otros caminos, que casi siempre me hacen feliz, muy feliz... pero hoy, no tengo ganas de serlo.

No hay comentarios.: