jueves, octubre 02, 2014

Del tingo al tango

A veces está una muy campante, dejándose llevar por la vida, cuando de repente suceden cambios, se terminan ciclos, se presentan nuevas situaciones, en fin, suceden cosas que provocan que el rumbo cambie... al menos por un tiempo. Así es que después de semanas andando de aquí para acá, donde una ciudad de residencia definitiva es menos que probable, vamos de vuelta a Mexicalpán de las garnachas. El Defectuoso de mis amores (sí, no me da pena decirlo) nos espera con sus viaductos abiertos. O cerrados, todo depende de la manifestación del día (fuerza IPN). Y la hermosa Guadalajara de mis desvelos nos aguarda para una nueva visita inesperada, o no tanto. Pronto, eso sí, estaremos otra vez entre tortas ahogadas y tequilas. Y cuento todo esto porque estando de un lado para el otro, haciendo cosas aquí y allá, es fácil irse desprendiendo de cosas, de recuerdos, de lugares comunes... los miedos cada vez se van haciendo menos, aunque la incertidumbre siempre cala. Es una sensación extraña porque a pesar de la distancia, me siento cerca de muchas personas. La distancia es una barrera que no existe, pues siempre está latente la posibilidad de estar. La zona de confort se va ampliando y las posibilidades de hacer y deshacer se multiplican. Por eso hoy, a las 9 de la noche del jueves 02 de octubre (no se olvida) estoy de nueva cuenta en la Ciudad de México, molida de andar con la casa a cuestas en un autito que resultó todo un valedor, pero feliz de saberme lejos en la distancia y cerca en el corazón. Es curioso, cada vez que pregunto cuáles son las mejores ahogadas de la ciudad, obtengo diferentes respuestas. Lo único cierto es que siempre hay unas mejores para cada quien. Y yo, 30 años después, todavía no encuentro mis favoritas. Ya regresaré pronto a buscarlas.

No hay comentarios.: